The Spotted Boy.
Dermatol Rev Mex. 2022; 66 (5): 569-572. http://doi.org/10.24245/dermatolrevmex.v66i5.8139
Cinthia Mariel Constantino-Rivera,1 Deyanira Gabriela Quiñones-Hernández,2 Eduardo Luis Corona-Rodarte2
1 Escuela de Medicina, Universidad del Valle de México Campus Reynosa, Tamaulipas, México.
2 Médico residente de Dermatología, Instituto Dermatológico de Jalisco Dr. José Barba Rubio, Jalisco, México.
La medicina y las enfermedades que aquejan al cuerpo humano han sido representadas en el arte desde la Antigüedad, desde la simbolización de rostros humanos con ceguera en los féretros de momias egipcias, hasta la hipertricosis en los autorretratos de Frida Kahlo, detalles que como médicos encontramos fascinantes y que favorecieron el desarrollo de la medicina a lo largo de la historia. La representación pictórica de diversas dermatosis cobró relevancia con pintores europeos a partir del siglo XV; sin embargo, en el siglo XIX la Dermatología moderna pudo reconocerse como área propia de la medicina en el Hospital Saint Louis en París, para posteriormente consolidarse en la segunda mitad del mismo siglo en Viena con la escuela de Besnier. Hoy en día, las representaciones manneristas de los artistas de diferentes épocas proporcionan evidencia de enfermedades cutáneas previo a que existiera la terminología que compone la semiología dermatológica.1,2
El Niño Manchado, 1881 (Figura 1), es un retrato realizado por CC Coventry que se encuentra en la Iglesia de Todos los Santos, en Marlow, Inglaterra. En esta obra, vemos a un niño con ascendencia afrocaribeña de cuerpo entero, ligeramente girado hacia la izquierda con zonas extensas despigmentadas sobre la línea media que afectan desde la cabeza, particularmente la región centrofacial, que inicia en la línea de implantación del pelo, hasta el dorso de los pies, afectando también el tronco en la región anterior y posterior, y el resto de las extremidades, caracterizada por incontables manchas acrómicas confluentes en grandes parches con algunas islas de pigmento de tamaños variables. El infante sostiene una flecha en una mano y se apoya con la otra para tomar un arco, vestido con una túnica al hombro de tono claro y franjas negras, portando sandalias del mismo tono y un carcaj colgado de la espalda con pequeñas perlas negras, además de un pendiente de oro en una oreja, una pulsera y un collar color rojo brillante que contrastan con la vestimenta. Llama la atención que la escena de la obra muestra una selva, posiblemente por la intención del autor por reflejar el origen del niño.
El pequeño, llamado George Alexander Gratton, nació en la isla caribeña de San Vicente y las Granadinas el 24 de julio de 1808 en una plantación de caña de azúcar propiedad de William Alexander. Sus padres fueron esclavizados y trabajaron en la plantación que se creía supervisada por Richard Gratton. Al igual que otros africanos esclavizados, es probable que haya recibido el nombre del dueño o supervisor de las plantaciones de azúcar, una práctica común en ese momento que identificaba a las personas esclavizadas como propiedad de sus dueños. El rey George III era el rey en turno de Gran Bretaña, lo que podría explicar el primer nombre del niño.
Cuando tenía apenas 15 meses de edad, fue transportado a Bristol, Inglaterra, donde fue comprado por el showman ambulante John Richardson. Se desconocen las circunstancias exactas bajo las cuales o cómo llegó George a Gran Bretaña. Richardson era propietario de un gran teatro ambulante que recorría las ferias anuales de Inglaterra, especializado en uno de los grandes entretenimientos de la época, los espectáculos protagonizados por “monstruos” humanos. Entre las exhibiciones a las que acudía el elenco de Richardson destaca la famosa Feria de Bartolomé en Smithfield, Londres. Varias fuentes afirman que Richardson compró a George por 1000 guineas, lo que en ese momento se consideraba una fortuna. La venta del niño liberó a sus padres de la esclavitud.
George se convirtió en uno de los principales atractivos de los espectáculos de Richardson, exhibiéndose con gran beneficio durante los intervalos de obras de teatro y otros entretenimientos como “el hermoso niño con manchas”, “un niño con manchas extraordinarias”, el “negro con manchas de renombre” o como “una pieza de curiosidad en vivo”. Figura 2
La enfermedad que padecía George desde el nacimiento es conocida como piebaldismo, también llamado albinismo parcial y leucodermia en golpe. Es un trastorno autosómico dominante infrecuente en el que se afectan la migración y el desarrollo de los melanocitos, caracterizado por leucodermia congénita aislada y poliosis, estas dos afecciones están presentes al nacer con un patrón característico en la línea media ventral. El hallazgo más común es un mechón blanco frontal en forma triangular, que está presente hasta en el 90% de los casos de piebaldismo (poliosis circunscrita). La distribución clásica de las manchas y parches despigmentados bien delimitados incluye la parte central de la frente, la parte anterior del torso y la porción media de las extremidades. Esta enfermedad es ocasionada por mutaciones en los genes KIT y SLUG (SNAI2) que participan en el desarrollo y migración de melanocitos. Característicamente, los pacientes que lo padecen no tienen manifestaciones extracutáneas; sin embargo, existen síndromes y manifestaciones relacionadas secundarios a alteraciones en el gen KIT.3,4
La popularidad creciente de George lo llevó a convertirse en la atracción principal del teatro ambulante, llegando a ser exhibido ante el público hasta por doce horas al día o incluso siendo solicitado para visitas privadas a domicilio. George murió el 3 de febrero de 1813 por complicaciones de un tumor mandibular, a la edad de cuatro años y nueve meses, aunque ciertamente algunos de sus retratos sugieren un niño mayor. Fue enterrado en la Iglesia de Todos los Santos en la ciudad de Marlow, ciudad natal de John Richardson, quien, a su fallecimiento, casi tres décadas más tarde de la muerte de George, fue enterrado en la misma cripta donde yacía el niño, siguiendo la voluntad de su testamento.
CC Coventry fue un pintor británico activo de 1802 a 1819, poco se conoce sobre la vida del autor. El retrato de George fue comisionado al artista por el propio Richardson y donado a la Iglesia de Todos los Santos. Por muchos años, el retrato se guardó en la sacristía donde cayó en mal estado hasta que fue restaurado hace poco más de una década por SV2G (St. Vincent and the 2nd Generation), un grupo de caridad que estudia las artes y herencias afrocaribeñas en Buckinghamshire, Gran Bretaña.5
La increíble, corta y triste vida de George Alexander Gratton nos demuestra la crueldad y la contradicción de los valores humanos. Un “prodigio” que fue comprado y arrebatado de sus padres para ser expuesto como una curiosidad viviente en otro continente ante cientos de extraños. Todavía conocemos poco sobre la historia de George, día a día se realizan esfuerzos para aprender un poco más sobre las vivencias del niño. Conocer ciertas historias pueden resultar incrédulas y despertar sentimientos de extrañeza; será necesario honrar la semblanza de George Alexander e igualmente importante, asegurarnos que su historia no se repita.
REFERENCIAS
1. Macedo de Souza E, Ayres-Vallarelli A. Dermatologia nas artes. An Bras Dermatol 2009; 84 (5): 556-558. https://doi.org/10.1590/S0365-05962009000500022.
2. Kluger N. Skin abnormalities in the Finnish National Gallery. J Cosmetic Dermatol 2019; 19 (4): 960-963. doi: 10.1111/jocd.13095.
3. Oiso N, Fukai K, Kawada A, Suzuki T. Piebaldism. J Dermatol 2012; 40 (5): 330-335. https://doi.org/10.1111/j.1346-8138.2012.01583.x.
4. Agarwal S, Ojha A. Piebaldism: A brief report and review of the literature. Indian Dermatol Online J 2012; 3 (2): 144–147. doi: 10.4103/2229-5178.96722.
5. Saleem M. Biology of human melanocyte development, Piebaldism, and Waardenburg syndrome. Pediatr Dermatol 2018; 36 (1): 72-84. doi: 10.1111/pde.13713.
Recibido: junio 2022
Aceptado: julio 2022
Este artículo debe citarse como: Constantino-Rivera CM, Quiñones-Hernández DG, Corona-Rodarte EL. El Niño Manchado. Dermatol Rev Mex 2022; 66 (5): 569-572.