Dermatol Rev Mex. 2025; 69 (5): 739-740. https://doi.org/10.24245/dermatolrevmex.v69i5.10750
Jorge Alberto Cortez Vila,1 Miren Lorea Cárdenas Hernández,2 María Elisa Vega Memije,3 Rosa María Lacy Niebla3
1 Médico residente de la División de Dermatología.
2 Adscrito a la División de Dermatopatología.
3 Adscrito a la División de Dermatología.
Hospital General Dr. Manuel Gea González, Ciudad de México.
Estimado editor:
Hemos leído el caso clínico publicado por Bermúdez y su grupo, titulado “Enfermedad de Schamberg: caso inusual” (Dermatol Rev Mex 2025; 69 [2]: 309-312) con gran interés. Reconocemos la importancia de la detallada descripción clínica e histopatológica de esta paciente joven, así como la relevancia del diagnóstico diferencial y del seguimiento a largo plazo y oportuno en este tipo de dermatosis de curso crónico.
En el estudio que realizamos recientemente, publicado en la misma revista, titulado “Dermatitis purpúricas pigmentadas: características epidemiológicas y clínicas en un hospital general de la Ciudad de México” (Dermatol Rev Mex 2024; 68 [6]: 743-752), se describió una serie de casos de 27 pacientes con diagnóstico histopatológico confirmado de dermatitis purpúrica pigmentada, en la que la enfermedad de Schamberg fue la variante más frecuente. Esto reafirma que, pese a su baja prevalencia, esta enfermedad continúa siendo la forma más común de manifestación dentro del espectro de las púrpuras pigmentadas en nuestra población.
Nos gustaría llamar la atención que, en el caso descrito, se menciona la prescripción de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). En nuestro estudio encontramos que el 29.6% de los pacientes tenían antecedente de consumo de medicamentos, incluidos no sólo AINEs, sino también inhibidores de la recaptura de serotonina, anticoagulantes e, incluso, antidiabéticos orales. Esta observación respalda la hipótesis de que ciertos fármacos podrían actuar como desencadenantes en algunos individuos, a través de mecanismos aún no del todo dilucidados.
Coincidimos en que el diagnóstico clínico debe fundamentarse en métodos como el estudio histopatológico y la dermatoscopia, en los que ya existen criterios establecidos para confirmar esta enfermedad. Es importante insistir en que el diagnóstico diferencial puede ser complejo, y que su asociación con trastornos linfoproliferativos debe valorarse con cautela. En nuestro estudio, dos pacientes padecían micosis fungoide como comorbilidad y uno de ellos, además, pitiriasis liquenoide crónica, lo que destaca la relevancia de un seguimiento riguroso e, incluso, de estudios complementarios como inmunohistoquímica y biología molecular, especialmente en situaciones con una evolución atípica o tórpida.
Consideramos importante destacar que, a pesar de que el caso comunicado fue tratado exitosamente con pentoxifilina, corticosteroides tópicos y fototerapia, no existen guías que expongan un tratamiento estandarizado para esta dermatosis. En nuestra experiencia, el tratamiento se individualizó según la extensión y los síntomas; resaltó la aplicación de queratolíticos, emolientes, esteroides tópicos y medias de compresión, especialmente en pacientes con datos de insuficiencia venosa.
Felicitamos la divulgación de casos clínicos como el de Bermúdez y colaboradores porque amplían el conocimiento clínico y fomentan la discusión de estos padecimientos poco frecuentes.
Este artículo debe citarse como: Cortez-Vila JA, Cárdenas-Hernández ML, Vega-Memije ME, Lacy-Niebla RM. Comentario sobre la carta al editor “Enfermedad de Schamberg: caso inusual“. Dermatol Rev Mex 2025; 69 (5): 739-740.