Dermatol Rev Mex. 2019 marzo-abril;63(2):241-243.
Luciano Domínguez-Soto, María Teresa Hojyo-Tomoka
Servicio de Dermatología, Hospital General Dr. Manuel Gea González, Ciudad de México.
Ha muerto Yolanda Ortiz y la dermatología mexicana sufre auténticamente una pérdida muy importante, porque se ha ido una apasionada y enamorada de nuestra especialidad a la que se entregó por completo; su vida entera la dedicó al estudio y la enseñanza participando de forma activa en innumerables foros nacionales e internacionales, con ese entusiasmo tan característico.
Es de suma importancia recordar que Yolanda tuvo que enfrentar desde muy temprano en su existencia adversidades que se le presentaron y afectaron su salud, ya que perdió la visión de un ojo por un proceso tromboembólico y posteriormente en el restante también se inició un deterioro progresivo por glaucoma, pero también sufrió adversidades que le plantearon sus congéneres y de todo ello salió avante y pudo llevar a cabo una carrera de enorme trascendencia en la dermatología mexicana a base de un carácter de auténtica bravura.
Tuvimos la fortuna de ser sus compañeros y amigos a lo largo de más de 40 años y compartir no sólo sus experiencias académicas y científicas, sino también vivencias de otro tipo que nos mostraron su indudable calidad humana. Nuestra amistad nació a raíz de la organización del XV Congreso Internacional de Dermatología, México 1977 (que posteriormente se cambió con toda lógica por Congreso Mundial). Como ya lo habíamos expresado en algunas ocasiones, los 12 miembros del Comité Organizador Nacional pusimos lo mejor de nosotros para cumplir con nuestra tarea, pero Yolanda fue más allá al ser un motor incansable para que se superaran múltiples problemas, pero muy particularmente para que se pudieran publicar las memorias correspondientes de tal acontecimiento. Cuando menos un año posterior a la finalización de nuestro congreso ella siguió trabajando sin descanso para lograr que todo saliera bien.
Baste señalar que las ganancias de nuestro congreso fueron magras si las comparamos con las que ahora se tienen, pero en aquel entonces significó una buena ayuda para ambas agrupaciones dermatológicas que tenían carencias económicas de menor o mayor envergadura; por ese solo hecho la Academia y la Sociedad estarían en deuda con Yolanda Ortiz, pues significó no sólo una inyección financiera para sus actividades académicas, sino mucho más importante aún, se inició una nueva era en el desarrollo de la dermatología mexicana, ya que ella propugnó como nadie que no existieran nunca más las diferencias que había desde décadas anteriores y, además, tuvo la idea de que se formara un fideicomiso para cada una de estas dos corporaciones, a la vez que se constituyeran sendos comités encargados de autorizar que de los fondos de cada fideicomiso sólo se usaran los intereses generados y no disminuir el capital.
Para nosotros en lo particular y a partir de la finalización del multicitado Congreso, su cooperación científica fue inestimable, pues coincidió con la fundación del Departamento de Dermatología del Hospital General Dr. Manuel Gea González y Yolanda empezó a asistir voluntariamente con nosotros a impartir consulta tres veces por semana, de tal manera que no sólo en el plano académico fue de gran valor y se convirtió desde entonces en una amiga entrañable, que estuvo siempre a nuestro lado en los cursos, simposios y congresos que organizábamos y su participación en los últimos años en las sesiones interhospitalarias llevadas a cabo cada tres meses fue siempre un factor definitivo para que los residentes de los diversos nosocomios que presentaban sus minicasos se sintieran estimulados por sus preguntas y comentarios que mostraban sus conocimientos y experiencias de gran valía para el buen desarrollo de cada una de estas reuniones.
Por último, además de su participación científica-académica, pudimos disfrutar durante todos estos años de esa otra cara de Yolanda, al ser compañeros de viaje en múltiples congresos nacionales e internacionales, en donde nuestra amistad y cariño se incrementaban y eso, sin lugar a dudas, fue aún más trascendente y valioso, pues nos mostró el complemento fundamental que hicieron de la Dra. Yolanda Ortiz un ser humano fuera de serie del que tuvimos el honor y la fortuna de ser sus amigos.
Te extrañaremos por siempre nuestra querida amiga.