Dermatol Rev Mex. 2024; 68 (Supl 1): S151-S154. https://doi.org/10.24245/drm/bmu.v68iS1.10147
Jorge A Mayorga Rodríguez,1 María de las Mercedes Hernández Torres,2 José Alfredo Soto Ortiz3
1 Biólogo y maestro en ciencias.
2 Dermatóloga y dermatopatóloga.
3 Dermatólogo y cirujano dermato-oncólogo.
Instituto Dermatológico de Jalisco Dr. José Barba Rubio, Secretaría de Salud Jalisco, Zapopan, Jalisco, México.
Escribir unas líneas sobre un ser querido resulta difícil, porque en el mar de los recuerdos se cruzan diversas emociones, entre las que destaca la nostalgia. Para las generaciones actuales, el tiempo parece ser un verdugo, donde el criterio que más cuenta es el presente, menos el futuro y nada el pasado. Esta reflexión hace que, en ocasiones, dejemos atrás el agradecimiento y el recuerdo a los seres que marcaron parte de nuestra historia académica, personal o familiar. Por eso, dedicamos este espacio a nuestro querido y admirado Dr. Amado González Mendoza, que se dio el tiempo de escuchar y de orientar a varias generaciones de amigos, alumnos, compañeros, y dejó parte de sí en cada uno de nosotros.
El Dr. Amado nació en la Ciudad de México, el 7 de febrero de 1930; sus padres fueron Soledad Mendoza y Manuel González Quintana, y sus hermanas Guadalupe, Graciela y Elisa. Como preludio de lo que sería la vida de un gran hombre, en ese año ocurrió una serie de eventos que marcaron la historia y tuvieron un impacto significativo en el mundo, como la Gran Depresión, el ascenso de regímenes autoritarios en Europa, el nacimiento de Neil Armstrong, astronauta estadounidense, y la inauguración de la estación de radio XEW-AM en la Ciudad de México, entre otros.
De 1949 a 1955 cursó la carrera de Químico Bacteriólogo Parasitólogo en la Escuela de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. En 1956 transitó hacia la Microbiología médica y fue invitado, por el Dr. Luis Bojalil Jaber, a trabajar en el Hospital General de México, en la Unidad de Patología, cuyo director era el Dr. Ruy Pérez Tamayo. De 1957 a 1962 (a los 27 años) decidió estudiar Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue durante esa carrera cuando, a través de las clases del Dr. Antonio González Ochoa, se inició en la Micología médica y acudió como asistente a un curso sobre ese tema, en el Centro de Enfermedades Contagiosas de Atlanta, Georgia, impartido por el profesor Libero Ajello. En 1962, ya siendo médico, consiguió una beca y llegó a París, donde se incorporó al Laboratorio de Micología del Instituto Pasteur, cuyo jefe era el profesor Gabriel Segretain y los asociados eran los doctores Edouard Drouhet y François Mariat. Además, se incorporó al Servicio de Dermatología del Hospital Saint Louis, con el profesor Robert Degos, cuyo director era el Dr. Jean Civatte, quien fue su maestro de Dermatopatología.
En 1964, ya de regreso a la Ciudad de México, ingresó al Servicio de Patología del Centro Médico Nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde conoció al Dr. Ernesto Macotela Ruíz, quien lo invitó a laborar como dermatopatólogo. En 1977 se trasladó a Guadalajara, como jefe del Laboratorio de Patología Experimental del Centro de Investigaciones Biomédicas de Occidente del IMSS, donde permaneció hasta 1990. Posterior a ello, fue invitado por el Dr. José Barba Rubio a formar parte, como profesor honorario, en el Instituto Dermatológico de Jalisco y, como reconocimiento a su trayectoria, a partir de 2001 el auditorio de dicho Instituto lleva su nombre.
Esta semblanza tiene como principio y fundamento recordar al maestro Amado González Mendoza, quien dejó un legado duradero que logró inspirar y motivar a sus estudiantes, compañeros y amigos. Sus enseñanzas fueron más allá de la mera trasmisión de contenidos académicos: logró despertar la curiosidad, el interés y la pasión por aprender. A través de su ejemplo, encontramos modelos a seguir que nos impulsaron a alcanzar y a superar metas. En varias ciudades de México escuchamos a dermatólogos -que no fueron sus alumnos- que lo admiraban y le comentaban que tuviera la certeza de que tenía más discípulos de los que creía, ya que las enseñanzas de un maestro trascienden los muros, el espacio y el tiempo.
Parte fundamental de una persona íntegra es la familia, donde encontramos retos, proyectos y entrega, así que, en 1955, se casó con la Srta. Ana Rosa González (Rochi) en la iglesia de San Jerónimo en la Ciudad de México y a los 15 años de matrimonio adoptaron a Diego y a Rocío. En su vida cotidiana siempre demostró amor a su trabajo y fortaleza familiar.
Las conversaciones con el maestro Amado eran como hacer un espacio de silencio para escuchar, con esa voz pausada y firme, al hombre de mirada profunda, que mostraba el deseo de enseñar, del sabio que da un consejo sincero, del amigo bondadoso en alguna necesidad y de su sorprendente diversidad cultural, preocupado porque el médico tuviera no sólo una formación académica, sino además integral. De un sentido del humor proverbial que muy a menudo iba teñido de una crítica muy fina, sutil y en ocasiones sarcástica, que no pocas veces revestía autocrítica, una autocrítica por demás infundada, pues el maestro tenía muchos más valores de los que su modestia le permitía reconocer.
El impacto del maestro se reflejó en su forma de enseñar por la pasión que trasmitía; por la capacidad de motivar y de inspirar a aprender y por la habilidad de despertar vocaciones, fomentar el pensamiento crítico, promover la creatividad y el trabajo en equipo. Alguna vez el Dr. Luciano Domínguez Soto, con quien llevó una amistad fraterna por casi 40 años, le comentó que escribiera sus vivencias, alegrías y sinsabores, y recordara los muchos logros que alcanzó. No obstante, él siempre respondía: “¿a quién demonios puede interesarle mi vida y lo que he hecho con ella?”, a lo que nosotros interpelábamos: “Amado, ten la seguridad de que estás rodeado de amigos que te queremos y estamos ansiosos de conocer los detalles de tus esfuerzos para alcanzar tus metas”. Siempre prometía que lo haría, pero su tiempo se agotó.
El Dr. José Alfredo Soto Ortiz, alumno y amigo de él, comenta: “el maestro es afortunado en su devenir por este mundo, porque al margen de sus éxitos científicos, ha cosechado el don maravilloso de la amistad en todos los que lo conocen y esto hace sintonía con su nombre. A lo largo de los años ha mantenido el cariño y afecto de los que lo rodean, producto de lo que ha sembrado y con creces ha cosechado y que cuando llegue su momento de partir, sus amigos e hijos adoptivos veremos al horizonte, en busca de su sucesor, pero estoy seguro de que ninguno vendrá, porque los de su clase se habrán extinguido”.
Después de la muerte de Rochi, la compañera que iluminó su vida durante más de 60 años, su estado de ánimo disminuyó considerablemente y tres meses después, el 14 de junio de 2014, falleció, dejando un vacío en toda persona que lo conoció. Diego, su hijo, lo describió como un ser pleno de bondad, generoso, buen padre y gran amigo, por eso y muchas otras cosas, se granjeó la amistad de cuantos tuvimos el enorme privilegio de conocerlo y recibir su cariño.
Concluimos esta semblanza con una reflexión del Dr. J Trinidad González Gutiérrez, que pareciera estar inspirada en el Dr. Amado González Mendoza: “todo hombre que en su vida quiera trascender, tiene necesariamente que realizar una gran tarea durante su existencia, que sea la causa pura de efectos a futuro, para que, aun sin estar presente físicamente, su genialidad mantenga latente el pulso de su espíritu de tal forma que no se le pueda ignorar y mucho menos olvidar”.
BIBLIOGRAFÍA
1. Mayorga-Rodríguez J, Hernández-Torres M, Salas-Alanís J. In Memoriam Amado González Mendoza (7 febrero 1930-14 junio 2014) Dermatología CMQ 2014; 12: 300-301.
2. Domínguez-Soto L. In Memoriam Amado González Mendoza (1930-2014). Dermatología CMQ 2014; 12: 302.
3. Salas-Alanís J. Memorias del Doctor y Maestro Amado González Mendoza. México: Ed. Bayer de México SA de CV.
4. Macotela-Ruíz E. Historia de la Micología Médica. México: Ed. Instituto Syntex, 1990.
5. Mayorga-Rodríguez J, Barba-Gómez JC. José Barba Rubio (1914-1999). Estampas de su vida, toda una Institución. México: Ed. Los Altos de Jalisco, 2004.
Recibido: octubre 2024
Aceptado: octubre 2024
Este artículo debe citarse como: Mayorga-Rodríguez JA, Hernández-Torres MM, Soto-Ortiz JA. Dr. Amado González Mendoza. Legado de enseñanza y de una amistad fructífera. Dermatol Rev Mex 2024; 68 (Supl. 1): S151-S154.