The temptations of Saint Anthony.
Dermatol Rev Mex. 2021; 65 (2): 271-273. https://doi.org/10.24245/dermatolrevmex.v65i2.5603
Lourdes Mena,1 Alexandro Bonifaz2
1 Servicio de Dermatología, Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, Ciudad de México.
2 Departamento de Dermatología, Hospital General de México Dr. Eduardo Liceaga, Ciudad de México.
La pintura Las tentaciones de San Antonio (Figura 1) nos expone de manera violenta la anécdota de las tentaciones a las que fue sometido San Antonio Abad, también conocido como el monje del desierto, debido a sus largas, solitarias e introspectivas caminatas por el mismo.1
Las tentaciones son representadas en forma de demonios de múltiples e inusuales formas.
En la maraña de demonios que asaltan al pobre eremita, no se puede distinguir a qué repugnante ser de cabeza monstruosa corresponden los brazos deformes, las piernas y las garras que se aproximan al santo, otras blandiendo un bastón, o en aquella especie de gallináceo acorazado que muerde la mano del hombre santo.2
San Antonio Abad significa en egipcio “el que florece”; fue un eremita, ascético, nació hacia el año 250 en Egipto cerca del monte Colzim, la historia cuenta que llegó a la santidad debido al estilo de vida que profesó. A los 20 años donó todas sus posesiones y dinero a los más necesitados y dedicó así su vida al cuidado de los enfermos; ayudaba también a otros a profesar el ascetismo; optó por una vida sencilla y solitaria, daba largas caminatas por el desierto y dormitaba en cuevas, hasta que ya a avanzada edad eligió vivir en completo asilamiento y en oración permanente. Se dice que vivió 105 años.3
La iglesia cristiana retomó estas anécdotas, vivencias y le confirió el carácter de santo. Se cuenta que en uno de esos largos paseos que daba por el desierto se le presentaban los demonios y tentaciones contra los cuales tenía que luchar.4
La imagen de esta anécdota es expuesta de manera vehemente y explícita por el pintor alemán Matthias Grünewald, el cuadro, que es de medidas considerables, expone al eremita en su soledad invadido por criaturas aberrantes que le jalan del pelo, están a punto de golpearlo, su vestimenta se dispone en todas direcciones, él está firmemente sujeto de su bastón que le da una fuerza de sujetarse al mundo, a la tierra.
En la esquina inferior izquierda (Figura 2) se observa un enfermo agonizante cuyo gesto transmite un dolor que muchos quizá no hemos llegado a experimentar y del cual, como médicos, hemos sido espectadores no pocas veces; esa mezcla de dolor agónico, suplicio y desesperanza poco a poco se fue transformando en d400espersonificación, horror que Grünewald plasma a detalle.5
El enfermo se observa en una postura incómoda, casi inusual, la misma condicionada por la combinación de su cuerpo débil y caquéctico con el pesado y globoso vientre casi a punto de explotar, probablemente lleno de líquido ascítico por una cirrosis alcohólica avanzada.
Su piel, más que su abdomen, es lo que llama nuestra atención como observadores perpetuos de la misma; se le observa rugosa, irregular, con múltiples pústulas y abscesos inflamatorios que coexisten con lesiones de evolución más crónica, nódulos y gomas que vierten su contenido de pus y sangre al exterior. Parece ser también que el enfermo se ha quedado sin pelo en la cabeza y las cejas y carece de vello corporal (dato de hepatopatía crónica).
El desmenuzado clínico dermatológico propone que se trata de lesiones correspondientes a dos estadios de la sífilis coexistiendo, tanto de una sífilis terciaria, crónica y destructiva reflejada en los gomas eruptivos y destrucción del tejido, por supuesto, dejada a libre evolución sin la bendición de la adorada penicilina disponible unos 1700 años después en la historia; sin embargo, también se observan lesiones que pueden deberse a un secundarismo sifilítico activo, explicado por las numerosas lesiones papulares diseminadas eritematosas y la probable alopecia (alopecia sifilítica). Esta reinfección o reactivación de la sífilis mediada por inoculaciones nuevas o repetidas al cuerpo del enfermo de veloces y voraces treponemas, reflejo obsceno de la conducta del huésped permanentemente abandonada a la promiscuidad, vicio y perdición. Hoy la sífilis ha vuelto de la mano del SIDA y otras inmunosupresiones y es necesaria colocarla dentro de la palestra de las enfermedades que reemergen y es tiempo de retomar el conocimiento antiguo, el de los viejos maestros.
Los demonios:
“…un grandioso ejemplo de psicología cristiana, en la que los vicios humanos son descritos bajo la forma de demonios tomados de los abismos del inconsciente, una especie de Freud ante litteram con la fuerza de Dostoyevski” (Louis Goosen, Dizionario dei santi, Bruno Mondadori, 2000).
Bone Jhesu, ubi eras, quare non affuisti ut sanares vulnera mea?
REFERENCIAS
1. https://webmuseo.com/ws/musee-unterlinden/app/collection/expo/22?lang=fr
2. https://es.wikipedia.org/wiki/Las_Tentaciones_de_san_Antonio
3. https://www.ecured.cu/San_Antonio_Abad
4. https://mercaba.org/TESORO/vita_antonii-1.htm
5. Louis Goosen, Dizionario dei santi, Bruno Mondadori, 2000.
Recibido: septiembre 2020
Aceptado: octubre 2020
Este artículo debe citarse como: Mena L, Bonifaz A. Las tentaciones de San Antonio. Dermatol Rev Mex. 2021; 65 (2): 271-273.