
El mejor amigo tendrá seguramente también la mejor esposa, porque el buen matrimonio descansa en el talento de la amistad
Nietzsche
La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.
François Mauriac
Al Dr. Rafael Isa, desde el querido profesor, el entregado médico, hasta el amoroso padre y líder de familia.
La cercanía que siempre tuve y tengo con el Dr. Isa ha hecho que no sea yo quien oficialmente haga su obituario, aunque me siento con la obligación afectiva de escribir unas palabras para él.
Siempre he pensado que uno desea que la gente querida estuviese para siempre, pero con esa filosofía sabia de mi madre casi nonagenaria, me dijo un día: “…si nos quedáramos aquí, simplemente no cabríamos, por eso uno debe partir…” a pesar de lo sencillo de su pensamiento, a uno le cuesta aceptar la muerte de un ser querido.
Rafael Isa es uno de esos personajes redondos, que cumplió con todo lo que se propuso y con creces; su vida habría que verla dividida en dos: la del trabajo y la personal. La primera fue de entrega a la Dermatología, la del mantenimiento de forma vibrante del Instituto Dominicano de Dermatología (IDDHB), proyecto en el que hasta sus últimos días estuvo presente y ocupado de su proyección y su existencia. Rafael recibió el Instituto de nada menos que de su propio fundador, el Prof. Huberto Bogaert, del que heredó ese gran proyecto; siempre es difícil ser segunda parte, ser el que sucede, con la responsabilidad de seguir la filosofía y de mantener de forma práctica la vida del mismo. Como dicta la filosofía del pueblo, “le quedarán grandes los zapatos”, pero él simplemente usó otros, le dio su propia personalidad y carisma, nunca contrastó con su profesor; todo lo contrario, siempre lo mantuvo como el precursor, como el del gran origen y guía. Aunque a distancia vi cómo llevaba al Instituto Dominicano de Dermatología en forma pragmática, sin ninguna voz altisonante, porque cuando se tiene la razón y el argumento, no se requiere el grito, la amenaza, simplemente todo fluye.
Sin él proponérselo, lentamente se hizo de un nombre en toda América Latina, dio voz a la República Dominicana o, como él iniciaba sus charlas: “…vengo del techo del Caribe…”, refiriéndose a la zona montañosa y fresca de República Dominicana; su voz cálida y profunda fue también la de sus pacientes, los de lepra, los de las micosis profundas, los de la Dermatología comunitaria y, como diría el Maestro Alejandro Celis, los de la “patología de la pobreza”.
Rafael fue un hombre de largos y sabios silencios, un hombre que se llenó poco a poco de sabiduría, personaje que antes de proceder, calculaba. Fuera de República Dominicana tuvo el reconocimiento de toda la Dermatología latinoamericana y pocas veces he sentido el pesar generalizado por su partida, pero ahora habría que sentir más la alegría de haberlo tenido, gozado. Sin duda alguna, la voz de Rafael fue la de la Dermatología tropical, la del Caribe, la de los sin hogar. En alguna ocasión que recorrí con él parte de la frontera con Haití, en su mirada, en su silencio revelador, vi cómo sufría, porque no podía hacer más, aunque su labor desde el Instituto Dominicano de Dermatología fue y ha sido materialmente titánica. Ahora quienes lo suceden tendrán la enorme labor de continuar ésta que, sin duda, es la obra dermatológica más importante de Latinoamérica.
No me gustaría contar el número de trabajos que publicó o el número de conferencias brillantes que dictó; no, me queda claro que sus mejores obras las hizo acompañadas de su inseparable Marina y los cinco títulos de estos trabajos son: Mariel, Jorge, José y Rafael y su inseparable Iván. Estoy seguro que esta dualidad ha dado estas cinco obras que en un futuro ya palpable seguirán el trayecto de él.
Rafael fue siempre un hombre sencillo y de pueblo (San José de Ocoa), de esos pueblos de la campiña y la montaña dominicana; por eso siempre la preocupación de él por el verdor y la siembra. Y al igual que en la Dermatología, siempre sembró muchos frutos que aún se vierten en ese corazón verde de República Dominicana.
Siempre que pienso en la vida de Rafael y de Marina pienso que lograron lo que muchos anhelamos, el equilibro y lo ecléctico entre la profesión y la vida de familia.
Su partida me ha dolido como a muchos, en especial los muy cercanos a él. Desde hace tiempo no quería abrir su último mail que recibí, pero ahora que he tenido la valentía de hacerlo, éste textualmente dice: “Mi querido Alex: Yo también me mantuve distante de los más queridos, acostumbrándome a no existir”. Esta frase que me atravesó la mente desde que la leí, ahora la veo diferente; él estaba consciente de lo que venía y con la sencillez que siempre se condujo nos lo hizo saber.
El Dr. Rafael Isa sigue, seguirá estando, como ese tatuaje imborrable en la memoria de todos los que lo conocimos y su legado se seguirá difundiendo, pues es de los personajes que han burlado al tiempo porque simplemente han trascendido.