
Julieta Ruiz-Esmenjaud
The skin, the reflection of the soul.
Dermatol Rev Mex 2018 mayo-junio;62(3):273-275.
Práctica privada. Sociedad Mexicana de Dermatología.
La Lechera de Burdeos es obra del pintor Francisco de Goya, realizada hacia 1827, un año antes de su muerte, cuando cansado de España, de sus disputas y fracasos políticos, dejó atrás sus “pinturas negras”, recuperó en parte su salud y también su alegría de vivir y, como testimonio de este cambio, está este cuadro que es uno de los más bellos.
Al observar el rostro de La Lechera de Burdeos podemos sentir la capacidad de Goya de profundizar, como ningún otro pintor en su momento, captando agudamente el subconsciente, mostrando en la piel el reflejo de su alma. ¡Sí, él puede ver, dibujar y transmitir lo más íntimo del ser humano!
En esta extraordinaria pintura, Goya se expresa con total libertad, lucidez y optimismo, la pincelada es corta con yuxtaposición de toques de color, con impresionante maestría para utilizar la luz, como años después lo harían los impresionistas. Su frescura, vitalidad, serenidad y naturalismo nos revelan el alma a través de su rostro; esta pintura evidencia que no es obra de un anciano, sino de un pintor joven y optimista.
Para muchos críticos con esta pintura nace el impresionismo.
Siempre hay y habrá controversias, este cuadro no es la excepción. Se han expresado dudas respecto a su autoría, algunos lo atribuyen a Rosario Weiss Zorrilla (1814-1843), hija del ama de llaves de Goya, que tendría 13 años en el momento de su realización, por lo que es muy poco probable, pese a que llegó a descollar como gran dibujante y litógrafa, obviamente porque aprendió con el mejor. La parte más morbosa es, sin duda, si fue o no hija de Goya.
Francisco Goya y Lucientes, estudiante eterno, pintor que logró transmitir en sus retratos la realidad, sin idealizarla, con un toque de respeto un poco adulador que hipnotiza, capaz de captar al dibujar los rostros y el alma; por ello es considerado uno de los mejores retratistas. Tal vez sea su realismo el que sigue atrayendo a los pintores modernos.
Inició como pintor de la corte donde llegó a destacar con numerosos cuadros de personajes de la realeza. En 1793, contrajo una enfermedad que daría un vuelco tanto a su vida como a su carrera. Estaba de viaje en Andalucía cuando comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza, alucinaciones, vértigos o dificultades para caminar, entre otros síntomas, que terminaron por provocarle una completa sordera.
El 2 de mayo de 1808 Napoleón entró a Madrid, la obra de Goya refleja el convulso periodo histórico en que vivió, particularmente la Guerra de la Independencia, representado en Los desastres de la guerra, obra considerada grandiosa, trágica y realista. Posteriormente impresionó con su serie de “pinturas negras” donde transmitió su odio al mundo como un loco con autocontrol, pero con furia y brutal autenticidad. Se comenta que debe haber buscado en su interior, en lo más profundo de su ser, para poder concebir algo aterrador y totalmente inesperado, la colección de estas pinturas tal vez representen la brutal autenticidad de su yo interno.
Sus últimos años los vivió en Burdeos y después de tanto dolor y aterradores tormentos, a sus 74 años pintó su autorretrato titulado Aún aprendo (Figura 2), en el que nos revela lo ansioso y feliz, joven y optimista que logra ser al recuperar las ganas de vivir. Pocos son los elegidos que pueden seguir siendo jóvenes, optimistas, con interés de aprender hasta las últimas etapas de la vida. Sí, Goya lo logró y lo corrobora al ofrecer al mundo su magnífica pintura La Lechera de Burdeos.
Es envidiable y, aunque sabemos que es un privilegio de muy pocos, debemos realizar nuestro mejor esfuerzo para permanecer jóvenes, optimistas y prolongar nuestro aprendizaje y disfrutarlo hasta nuestros últimos días. La dermatología es una ciencia apasionante que nos permite ver no solamente la piel, sino también el alma de nuestros pacientes, transformándonos en médicos de cuerpos y almas.